Desde hace unos meses no os compartimos las historias con final feliz de nuestros peludos. Pero hoy, justo antes que muchos de vosotros os vayáis de puente queremos romper ese letargo.
Esta vez ha sido Maria la mamá de Pepita quien se ha animado a contarnos su experiencia. Sin más preámbulo os dejamos lo que nos contó.
Hola, soy María, la mamá de Pepita (antes Honey) y quiero contaros nuestra historia.
Un día de esta Navidad y por casualidad me llegó por facebook, el caso de una teckel en un estado lamentable para la pedían ayuda para acogerla, apadrinarla o adoptar.
Me llamó tanto la atención esta perrita y su historia tan horrible que llamé enseguida a la protectora que la anunciaba LASA (La sonrisa animal) de Sevilla, para interesarme por ella y por supuesto preguntar si podía adoptarla o ayudar de alguna manera. En seguida me metí de lleno en el increíble mundo de las adopciones y las acogidas.
La verdad que siempre había sido amante de los animales y siempre había tenido perro en casa de mis padres. Pero vivía ajena a la realidad que tenemos. No sabía la triste historia de España, los abandonos masivos, la cría indiscriminada, la situación de las perreras, la poca educación y sensibilización que tenemos en general hacía los animales y lo realmente mal que los tratamos o los tratan algunas personas.
Pues estaba yo todavía digiriendo todo ésta triste información y ya teniendo clarísimo que quería adoptar para darle una oportunidad a un animalito indefenso. Cuando Carmina de LASA, una voluntaria maravillosa que trabaja en la protectora, me llamó.
Fue muy sincera conmigo y me comentó que debido a mi situación (tengo dos niñas de 2 y 3 años) no podía ni acoger ni adoptar a la teckel. Esta era una perrita que había sufrido mucho, que no tenía buen carácter y no podía dármela debido principalmente a mis hijas. En cambio, me ofreció una opción increíble. Me habló de SOS Frenchie y me dijo que hablara con las chicas de SOS Frenchie, con Liliana o con Mariona, que ellas seguro que tenían muchísimos perritos estupendos para que yo pudiera adoptar. Y Que el bulldog francés era sin lugar a dudas el mejor perro para compartir la vida con niños.
Y dicho y hecho, empecé a bucear en vuestra página web, me hice amiga vuestra a través de Facebook y fui viendo vuestros casos. Cada perrito que anunciabais me lo hubiera quedado. Todos me gustaban, con todos se me saltaban las lagrimas cuando contabais su historia. Y diréis, ¿y por qué no lo hacías? Pues porque tenía un gran obstáculo en mi casa, mi marido no lo veía nada claro. Cuando le plantee el tema de adoptar un perrito no quiso ni oir hablar, ¿una adopción? ¿Con un perro que no sabes de donde viene? ¿Con dos niñas pequeñas? No, ni hablar María. No puede ser. Es imposible. Ahora no, cuando las niñas sean mayores quizás. Ahora no. Es implanteable.
A pesar de esto que os cuento, yo seguía en mis trece. No me rendía y os seguía por facebook y seguía pensando que podía hacer para salirme con la mía. ¿Cómo podía convencer a mi marido? ¡Y de repente se me ocurrió la solución!
Adopción suena como muy definitivo, pero… ¿ACOGIDA? Es algo temporal y además si no sale bien, si no nos adaptamos o a las niñas se les hace difícil la convivencia, pues no pasa nada. Con este argumento un poco cogido con pinzas, logré medio convencer a mi marido y rápidamente antes de que se arrepintiera, rellené el cuestionario de acogida y llamé a Liliana para ofrecerme como casa de acogida en Madrid.
Liliana me pareció absolutamente encantadora, pero también me dijo la realidad. No iba a ser tan fácil que saliera “un caso” para mí porque con dos niñas tan pequeñas no podían meter a cualquier perrito. Tenían que estar seguros que tenía buen carácter, que había convivido con niños, etc., etc. Y bueno, pues ahí se quedó la cosa. Yo un poco desanimada, pensando que no me iban a llamar nunca y asimilando que quizás nunca podría adoptar a un perrito. Por lo menos en el corto plazo.
Pero cuál fue mi sorpresa cuando a los 10 días de hablar con Liliana, ¡recibí una llamada suya! ¡No me lo podía creer que tuviera tanta suerte! Estaba eufórica. Su saludo fue: ¡Hola María, tenemos una perrita para ti y tus hijas! Bueno, no os podéis imaginar la alegría tan grande de ese momento. Y bueno, Liliana me contó la historia de Pepita (antes Honey) y de su hermanito Moon que lo conocéis todos. Tenía que recogerlos al día siguiente por que “su dueña” ya no los podía ni quería tener más. De hecho tenía que ser ya, porque no tenía ni comida para darles esa noche. Pues nada, me lié la manta a la cabeza, organicé todo y un domingo por la tarde me lancé al rescate de estos perritos maravillosos.
Y bueno, la historia de Moon ya os la sabéis. El pobrecito había vivido durante casi dos años, encerrado en un patio, totalmente aislado, nunca lo sacaban a la calle y lo tenían prácticamente olvidado entre sus cacas y su diarrea crónica. Pepita estaba mejor que Moon pero la pobre tenía una otitis horrorosa, estaba prácticamente sorda, con un pelo muy feo y pesaba muy poquito (7 kilos).
Desde el momento que les vi en esa casa me enamore de los dos. Tan indefensos, mirándome con las orejitas para atrás y sacándome la lengüecita. Pensé, no puede ser, yo a Pepita me la quedo. No puedo dejar que se vaya, tiene que estar conmigo para siempre. Y así ha sido. Llevo con Pepita desde el mes de marzo y os aseguro que es lo mejor que me ha pasado en la vida. A mi marido que ya sabéis que no quería, tardó en convencerle la propia Pepita, exactamente una semana.
Es un ser absolutamente delicioso, buena, sumisa, super cariñosa. Nunca todavía en cuatro meses la he oído ladrar, quejarse o gruñir. Se porta de cine con mis hijas, juega una barbaridad con ellas y les aguanta estoicamente todo tipo de “perrerías”. Da igual lo que le hagan, que le tiren de la oreja, de la pata, de las dos. Nada, ella siempre encantada la pobrecita.
También deciros que no ha sido todo, todo fácil, cuando me fui con los dos perritos en el coche tenía tanto miedo. ¿Y si no resulta? ¿Y si le hace algún feo a las niñas? ¿Y si? Tenía tantas dudas, tantas inseguridades, pero ella nos lo ha puesto tan fácil. Ha sido increíble como se ha adaptado, ¡ahora ya es un miembro más de mi familia!
Después de cuatro meses con nosotros, es otra perra. La pobre tenía muchísimas carencias afectivas. Ahora está confiada, va por la casa sin problemas, se puede quedar sola, acaba de terminar también el tratamiento para la otitis y ha sido un éxito. Oye casi perfectamente y tiene las orejitas rosas y preciosas (cuando la recogí estaban enteras negras, yo pensaba que eran así). ¡Tiene el pelo súper suave, ha engordado (pesa 8,5kg) y es la perrita más guapa que he visto nunca!
Ahora ni yo ni mi familia nos podemos imaginar la vida sin Pepita. Si pudierais ver los felices que son mis hijas con ella, como disfrutan y lo que juegan juntas. Es increíble.
Os animo 100% a que viváis la experiencia de adoptar, es tan gratificante. No os lo puedo explicar con palabras lo que se siente. Os resumo que ella, Pepita es puro amor. Nunca se cansa de darnos mil besos a todos, de querer jugar y todo el día está sonriendo. ¿Por qué sabéis que los perros, por lo menos los bulldog francés, sonríen, verdad? Jajaja. Me despido ya, dando las gracias a SOS Frenchie y principalmente a Liliana por confiar en mí y darme la posibilidad de conocer y adoptar a Pepita. Un millón de gracias Liliana, sin ti no tendría ahora mismo al ángel de la casa.
¡Animaros¡ ¡De verdad! ¡Es lo mejor que hay!
¡NO COMPRES, ADOPTA!
¿Qué os ha parecido? Sin duda es una historia entrañable, ¿verdad?.
¿Quieres vivir una historia así? Apúntate como casa de acogida, envíanos tu formulario de pre-adopción, todo lo puedes hacer desde nuestra página web. No obstante, abajo te pondremos los enlaces a ambos formularios.